Cuando enciendes una vela, esa luz es su vida, es como su espíritu. La vela se irá derritiendo, reduciendo, pero no morirá todavía pues aunque esté desmejorada y desfigurada su luz sigue prendida; esto es porque no importa cuan enfermo esté su cuerpo, no importa su estado, su situación, hay vida. Seguramente tendrás la vela sobre una superficie, y casi derretida totalmente, pero mientras la mecha esté prendida continúa viva.
Cuando amas la vida aprendes de ella mientras pasa el tiempo, los años van pasando y el cuerpo manifiesta los estragos de éste, pero si tú quieres vivir porque conoces el significado de ella; las huellas, y las marcas no son importantes. Si el cuerpo se llena de arrugas no es importante, si se reduce no es importante, si se enferma, si sufre, si duele, no es importante, porque su luz permanece viva desde adentro y no desde afuera; y eso sí es importante. Cuando quieres vivir quieres que los demás vivan también, y si cuidas a alguien enfermo sabes cuidarlo, lo tratas bien, y haces lo posible porque esté bien. Cuando Dios nos permite vivir ninguna situación física lo impedirá, porque mientras nuestra alma espiritual esté en nuestro cuerpo seguirá con vida. Sólo Dios decide cuando vives y cuando mueres, y aún en las útlmas vivirás o ayudarás al otro a vivir, porque ese es el deseo que nace desde dentro de ti, ese deseo viene de Dios y sobrepasa expectativas humanas que sólo ven el límite del cuerpo físico y no lo ilimitado del espíritu, que viene siendo la luz que sigue iluminando la vela, que es nuestra vida.
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